China acaba de detonar una verdadera revolución tecnológica con su plan “nuevas fuerzas productivas de calidad”, prometiendo avances en inteligencia artificial y facilidades inéditas para empresas extranjeras. Lejos de un disco rayado de promesas, Pekín se propone construir un ecosistema donde la innovación sea el motor para consolidar su poder global y retar a cualquier veto foráneo.
En el núcleo de esta revolución se combinan ambición estatal y guiños al mercado, en un contexto marcado por las restricciones de Estados Unidos sobre chips avanzados. Con la vista puesta en el liderazgo de la IA y la autosuficiencia industrial, el plan presentado el 26 de junio de 2025 busca un equilibrio entre control político y aperturas estratégicas.
Un ambicioso plan para consolidar la agenda digital
El Gobierno chino ha estructurado su hoja de ruta en tres ejes: potenciar aplicaciones de IA, modernizar industrias clave y crear un mercado nacional de datos. Cada paso persigue que la economía digital aporte más del 10 % al PIB en 2025 y que la potencia de cálculo alcance 300 EFLOPS. Este diseño no es un simple brindis al sol, sino una jugada maestra para blindarse frente a sanciones y posicionarse como plataforma de innovación global.
El discurso oficial subraya la necesidad de “nuevas fuerzas productivas de calidad”, pero en los pasillos del poder hay un guiño pragmático: ofrecer condiciones estables a inversores extranjeros sin renunciar a la supervisión estatal.
La inteligencia artificial como palanca estratégica
China aspira a ser el principal exportador de soluciones de IA, con especial énfasis en modelos de lenguaje de gran tamaño (LLM). La meta es superar desafíos de soberanía tecnológica y reducir la dependencia de proveedores occidentales. Al elevar la IA de apoyo interno a bandera de exportación, Pekín busca legitimarse como actor imprescindible en la economía digital mundial.
Modelos de lenguaje y autonomía
El desarrollo de LLM propios pretende esquivar vetos internacionales y ofrecer a sectores como salud, finanzas y manufactura herramientas con etiquetas “Made in China”. La estrategia es clara: generar valor local y exportar know-how sin depender de arquitecturas foráneas.
IA Plus: sinergias con la industria real
La iniciativa IA Plus introduce algoritmos de aprendizaje automático en líneas de producción, hospitales y sistemas agrícolas. El objetivo es una fusión orgánica entre algoritmos y fábricas, propiciando una transformación productiva exponencial.
Autosuficiencia en semiconductores frente a sanciones
Las restricciones estadounidenses, que limitan el acceso a herramientas de diseño y chips de última generación, obligaron a China a redoblar inversiones en fabricación nacional de circuitos integrados. El plan prioriza la creación de clústeres de producción de 2 nm y la explotación de metales críticos como galio y germanio, elementos donde Pekín puede ejercer una contrapartida comercial.
El proyecto “East Data West Computing” refuerza esta estrategia, distribuyendo centros de datos de alta eficiencia energética y reduciendo cuellos de botella en el procesamiento masivo de información.
Incentivos a la inversión extranjera y apertura selectiva
Para equilibrar la presión geopolítica, China ofrece trato nacional pleno a empresas foráneas en sectores antes vedados, como telecomunicaciones y sanidad. Esta apertura, acompañada de exenciones fiscales y facilidades para fusiones internacionales, ya atrajo un alza del 27,5 % en inversión extranjera directa en enero de 2025.
No se trata de abrir las puertas al libre mercado sin más: Pekín vigila de cerca proyectos de alto valor añadido y prioriza aquellos vinculados a tecnologías emergentes, asegurando que cada dólar invertido refuerce la autonomía y competitividad nacional.
Reflexión final: hacia un universo tecnológico bifurcado
La jugada china redefine el tablero global. Al combinar control estatal con estímulos selectivos al capital extranjero, Pekín marca las coordenadas de un nuevo orden digital. La pregunta para inversores y gobiernos es si optarán por alinearse con estos estándares o reforzar bloques tecnológicos alternativos. En cualquier caso, la revolución china ha arrancado y promete reconfigurar los equilibrios de poder en la economía del conocimiento.
Fernando Valverde